Resumen de la Ponencia
A finales del siglo XIX y principios del XX, en el caso de nuestro país, se les conocía como pintores, decoradores o teloneros, a los personajes dedicados a la escenografía. Se constituían talleres ya sea por familias o por una persona que tenía una extensa formación tanto en la pintura como en el quehacer de la construcción de telones; tal es el caso de los hermanos Tarazona o Roberto Galván, que se formó con ellos y después monta su propio taller enseñando a sus hijos a construir decorados.
En contraparte se encuentran pintores de academia que se acercan a la realización de la escenografía para algún proyecto institucional o de vanguardia como Carlos González, considerado el padre de la escenografía mexicana moderna, y del que se tiene el registro de ser el primer trabajador institucional con el título de Escenógrafo en 1926.
Aquí comienza la historia de la profesionalización y posterior academización del saber escenográfico en México en la única escuela que imparte la carrera de Escenografía a nivel licenciatura desde 1949.
De la formación de profesionales, vienen de otras disciplinas e incursionan en el saber, ya sea a solicitud expresa –como fue el caso de pintores renombrados mexicanos a mediados del siglo pasado– o bien porque tallerean con algún escenógrafo destacado, como lo fue Alejandro Luna, que conformaba equipos de trabajo enseñándoles de manera individual como se hiciera en los viejos talleres mencionados al inicio de este resumen.
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